
Torre Martello
Reconozco que me emocioné mucho cuando llegué a Sandycove, la bahía donde está ubicada la Torre Martello, el lugar donde empieza esa obra inclasificable llamada Ulysses del escritor irlandés James Joyce. Había yo empezado la novela cuando era muy joven y aún- más de treinta años después- no la había acabado. Pero me podía el peso de la obra en la literatura mundial, y si bien no la había acabado, me había empapado lo suficiente de ella a lo largo del tiempo como para que aquella no dejara de ser una visita ansiada durante mucho tiempo.
Además, Sandycove tenía también una estrecha relación con Roger Casement, el protagonista de El sueño del celta, la novela de Vargas Llosa sobre ese irlandés que luchó a brazo partido contra las condiciones de esclavitud que se daban en las plantaciones de caucho del Congo Belga y de la amazonia peruana en el primer cuarto del siglo XX.
Así que con todos estos antecedentes me bajé del tren procedente de Dublín, en un día claro, despejado, donde se podía contemplar la inmensidad de la bahía, las mismas aguas, el mismo cielo, el mismo horizonte que Joyce debió ver cuando empezó a escribir su obra. Era el mismo escenario que vieron los ojos de aquellos personajes llamados Stephen Dedalus y Buck Mulligan. Estar en el mismo lugar donde posiblemente se engendró una obra de tal magnitud era algo que me emocionaba, y me acordé de cuando estuve en Sicilia,en un lugar llamado Aci Trezza, donde la vista está dominada por las rocas de los Cíclopes, unos farallones impresionantes de basalto que, según La Odisea, fueron arrojados por Polifemo a Ulises cuando éste huía después de haberlo dejado ciego. La isla Lachea, a un escaso medio kilómetro de la costa, está identificada como la homérica Isla de Cabras. Allí también me sentía como si estuviera en un lugar importante, y que no dejaba de tener una relación con la obra de Joyce, ya que éste usa como título el nombre del protagonista de la epopeya homérica: Ulises.
Casi sin pretenderlo había estado en escenarios clave de la literatura y antes de llegar al pie de la Torre Martello me las prometía muy felices. El edificio llevaba años siendo el Museo de James Joyce y la posibilidad de visitar aquel “templo literario”, donde Joyce pasó sólo cinco días con su amigo Gogarty, me emocionaba, pero no había contado con que de Noviembre a Marzo hay que llamar para visitarlo. No me informé o no me informaron lo suficiente, supongo que pensé que algo así estaría abierto todos los días del año, pero no, cuando llegué a la puerta estaba cerrado a cal y canto.
En aquel momento la ira me invadió y pensé en que tal vez tenía que ver con aquello de que los grandes escritores irlandeses se acababan marchando de Irlanda, y que por algo sería... Wilde,Joyce, Beckett, Yeats, Shaw no aguantaron vivir allí, y también pensé que si lo que hubiera estado cerrado hubiera sido la Guinnes Factory, seguro que lo hubiera visto en todos los letreros y carteles de la ciudad; desde las colinas de Ballycullen hasta la desembocadura del río Lifey cualquier ser viviente hubiera tenido noticia de ello. Pero se me pasó enseguida, seguimos paseando, contemplando la bahía, ahora con un horizonte más brumoso. Me dejé llevar por la paz y por la importancia que el lugar despertaba en mí. Disfruté simplemente mirando, mi imaginación hizo el resto. Luego cerré un instante los ojos.... he gazed southward over the bay, empty save for the smoke plume of the mailboat vague on the bright skyline and a sail tacking by the Muglins...


